lunes, 15 de septiembre de 2014

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AUTOBIOGRAFÍA

María Terrada: BailarinaDiplomada en Turismo y Profesora multidisciplinar (Pilates, Body Balance, Estiramiento Global Activo, Latino, Danza del Vientre, Contemporáneo y Yoga).
Me considero una persona muy activa, pongo mucha energía en todo lo que hago, y encuentro el Equilibrio en la práctica de Yoga y en el contacto con la Naturaleza, ya que aportan Calma a mi vida.
Mis pasiones son el Baile, el Deporte y los Viajes. Pasiones que vivo desde pequeña, cada una aportando algo diferente a mi vida. A los 6 años comencé en Ballet, aprendiendo el significado de la Disciplina. Desde los 9 hasta los 18 años practiqué Gimnasia Rítmica, conociendo el sentido de la Constancia. Continué con Ritmos Latinos, sintiendo como a través de la música se expresan Sentimientos. En 2006 descubrí el mágico mundo de la Danza Oriental, y viví el Despertar de nuevas sensaciones en mi interior. Y un tiempo más tarde me adentré en el sendero del Yoga, y aquí se crea un punto de inflexión, un antes y un después. A través del Yoga  inicié una aventura, me gusta denominarla ``Viaje hacia el Interior de uno mismo´´ y comencé a descubrirme, reconocerme, reconciliarme conmigo y despojarme de capas que me cubrían y no me permitían contemplar la vida con claridad. Mediante el Yoga me siento libre dentro de mi Cuerpo, a través de cada Asana, y libre dentro de mi Mente, mediante la conciencia de estar presente.
El Yoga aporta calma y claridad a mi ser. Cada aprendizaje, experiencia y enseñanza han calado tanto en mí, que siento el Yoga como parte de mi vida, y no sólo cuando coloco la esterilla para impartir una clase o me dispongo a meditar.
Ya no imagino una mañana sin estirar mi cuerpo y sentarme 10 minutos a meditar antes de levantarme de la cama, y una vez en pie, realizar la serie de saludos al sol. Tampoco me imagino perdiendo fácilmente el control ante una situación, no imagino un día sin sentir ilusión, no me imagino atrapada en el pasado o perdida en el futuro, pues el Yoga me brinda elementos para disfrutar del presente y me recuerda a cada instante que siempre podemos usar el ancla que todos albergamos en nuestro interior: la Respiración =la Vida.
A todo esto le uno lo que me ha enseñado cada uno de mis viajes, (un verano trabajando en Londres, Un año vivendo, estudiando y conociendo Europa y dos viajes a la India), cada cultura ha marcado en mí un diferente punto de vista, ampliando así mi visión del mundo.
Es muy especial trabajar junto a Carlos Serratacó, (Amigo y Maestro) y formar parte de su equipo en la Formación de Monitores de Yoga.
Me siento Plena y Feliz mientras transmito y sigo aprendiendo.



María Terrada, Huelva 2014-08-30

domingo, 6 de abril de 2014

CUENTO

Rabia y el acertijo de la aguja perdida

Nacemos para ser dichosos, es nuestro derecho de nacimiento. Pero la gente es tan estúpida, ni siquiera reclama su derecho de nacimiento. Se interesan más por lo que poseen los demás y empiezan a correr detrás de esas cosas. Nunca miran dentro, nunca buscan en su propia casa. La persona inteligente comenzará la búsqueda desde su ser interno —ese será el primer lugar a explorar— porque a menos que sepa lo que tengo dentro, ¿cómo puedo ir buscando por el mundo?; es un mundo tan grande. Y los que han mirado dentro lo han encontrado instantáneamente, inmediatamente. No se trata de un progreso gradual, es un fenómeno repentino, una iluminación repentina.

He oído hablar de una gran mística sufí, Rabia al-Adawia. Una noche, la gente le encontró sentada en la carretera buscando algo . Era un a mujer mayor, tenía los ojos débiles y apenas podía ver. Por eso los vecinos vinieron a ayudarla. Le preguntaron: —¿Qué buscas?

—Esa cuestión es irrelevante —dijo Rabia—, estoy buscando. Si podéis ayudarme, hacedlo.

Se rieron y dijeron: —Rabia, ¿te has vuelto loca? Dices que nuestra pregunta es irrelevante, pero si no sabes lo que estás buscando, ¿cómo podemos ayudarte?

Rabia dijo —De acuerdo. Sólo por satisfaceros os diré que estoy buscando mi aguja, he perdido mi aguja. Ellos empezaron a ayudarla, pero enseguida se dieron cuenta de que el camino era inmensamente ancho y la aguja era una cosa muy pequeña. Por tanto, preguntaron a Rabia: —Por favor, dinos dónde la has perdido, el lugar exacto y preciso. Si no es muy difícil. El camino es muy grande y podríamos estar buscando eternamente. ¿Dónde la perdiste?

—Otra vez planteáis una pregunta irrelevante —dijo Rabia—; ¿qué tiene eso que ver con mi búsqueda?

Se detuvieron y dijeron: —¡Ahora estamos seguros de que te has vuelto loca!

—De cuerdo —dijo Rabia—, para satisfaceros os diré que la he perdido en mi casa.

—¿Entonces por qué estás buscándola aquí? —le preguntaron. Y se comenta que Rabia contestó: —Porque aquí hay luz y adentro no. El sol se estaba ocultando y aún quedaba algo de luz en el camino.

Esta parábola es muy significativa. ¿Te has preguntado alguna vez qué estás buscando? ¿Has convertido alguna vez la pregunta de qué estás buscando en objeto de tu meditación profunda? No. Incluso si en algunos momentos, momentos de sueño, tienes una intuición de lo que estás buscando, nunca es muy preciso, nunca es muy exacto. Aún no lo has definido.

Si tratas de definirlo, cuanto más definido esté, menos sentirás la necesidad de buscarlo. La búsqueda sólo puede continuar en un estado de vaguedad, en un estado onírico; cuando las cosas no están claras simplemente sigues buscando. Empujado por algún impulso interno, llevado por algún apremio interno, hay una cosa que sabes: tienes que buscar. Es una necesidad interna. Pero no sabes qué buscas. Y a menos que sepas lo que estás buscando, ¿cómo vas a encontrarlo?

Es algo vago; piensas que está en el dinero, en el poder, en el prestigio, en la respetabilidad. Pero después ves personas respetables, personas poderosas, que también están buscando. Después ves personas tremendamente ricas; y también están buscando. Buscan hasta el final de sus vidas. Por tanto, la riqueza no va a ser de ayuda, el poder no va a ser de ayuda. La búsqueda continúa a pesar de lo que tienes.

Debes estar buscando alguna otra cosa. Esos nombres, esas etiquetas —dinero, poder, prestigio— son sólo para satisfacer la mente. Son sólo para ayudarte a sentir que estás buscando algo. Ese algo aún es indefinido, una sensación muy vaga. La primera cosa para el buscador real, para el buscador que está un poco alerta, consciente, es definir la búsqueda; formular un concepto claro de ella, de lo que es; sacarla de la conciencia de sueño; mirarla directamente, afrontarla.

Inmediatamente empieza a ocurrir una transformación. Si empiezas a definir tu búsqueda, empiezas a perder interés en ella. Cuanto más la defines, menos hay allí. Una vez que sabes claramente de qué se trata, de repente desaparece. Sólo existe cuando no estás atento.

Deja que lo repita: la búsqueda sólo existe cuando duermes; la búsqueda sólo existe cuando no eres consciente. La inconsciencia crea la búsqueda.

Sí, Rabia tiene razón. Dentro no hay luz. Y como dentro no hay luz ni conciencia, por supuesto que sigues buscando fuera; porque fuera parece haber más claridad. Nuestros sentidos son completamente extravertidos. Los ojos se abren hacia fuera, las manos se mueven, se extienden hacia fuera, las piernas se mueven hacia fuera, los oídos escuchan los ruidos externos, los sonidos. Todo lo que está a tu disposición se abre hacia fuera; los cinco sentido s se abren de manera extravertida.

Empiezas a buscar donde ves, sientes, tocas: la luz de los sentidos te lleva fuera. Y el buscador está dentro. Esta dicotomía tiene que ser comprendida. El buscador está dentro, pero como la luz está fuera, el buscador empieza a moverse de manera ambiciosa, tratando de encontrar algo de fuera que sea satisfactorio. Y nunca va a ocurrir. Nunca ha ocurrido. No puede ocurrir en la naturaleza de las cosas porque, a menos que hayas buscado al buscador, toda tu búsqueda carece de sentido. A menos que llegues a saber quién eres, todo lo que buscas es fútil, porque no conoces al buscador. Sin conocer al buscador, ¿cómo puedes avanzar en la verdadera dimensión, en la verdadera dirección? Es imposible.

Primero hay que tener en cuenta lo primero. Si has parado toda búsqueda y de repente te has dado cuenta de que sólo hay una cosa que saber: «¿Quién es este buscador en mí? ¿Qué es esta energía que quiere buscar? ¿Quién soy yo?»; entonces se produce una transformación. Todos los valores cambian de repente. Empiezas a moverte hacia dentro. Entonces Rabia ya no se sienta en el camino buscando una aguja que se ha perdido en alguna parte en la oscuridad de su propia alma. Una vez que te empiezas a mover hacia dentro...

Al principio está muy oscuro; Rabia tiene razón. Es muy, muy oscuro porque durante vidas enteras nunca has estado dentro: tus ojos han estado orientados hacia el mundo exterior. ¿Lo has observado? A veces, cuando entras en casa desde el exterior que está muy soleado, la luz es muy brillante... cuando de repente entras, la casa está muy oscura, porque los ojos están enfocados en la luz externa. Cuando hay mucha luz, las pupilas se encojen. En la oscuridad, los ojos se tienen que relajar. Pero si quedas sentado un rato, poco a poco la oscuridad desaparece. Hay más luz; tus ojos se van adaptando.

Durante muchas vidas has estado fuera, al calor del sol, en el mundo, por eso cuando entras dentro has olvidado completamente cómo reajustar los ojos. La meditación no es más que un reajuste de tu visión, de tus ojos. Y si sigues mirando dentro —se requiere tiempo— gradualmente, lentamente, empiezas a sentir que dentro hay una luz preciosa. Pero no es una luz agresiva; no es como el sol; se parece más a la luna. No brilla, no deslumbra, es muy fresca; no es caliente, es muy compasiva, es muy calmante, es un bálsamo.

Poco a poco, cuando hayas ajustado la luz interior, verás que eres la misma fuente. El buscador es lo buscado. Entonces verás que el tesoro está dentro y que el único problema era que estabas buscándolo fuera. Estabas buscándolo en algún lugar externo y siempre ha estado dentro de ti. Estabas buscando en la dirección equivocada, eso es todo.